miércoles, 5 de febrero de 2014

lo que nadie quería ver

Año 1936... En Alemania, el régimen nacionalsocialista de Hitler ya daba pruebas más que suficientes de lo que venía poco a poco... pero nadie quería verlo. Todos miraban hacia otro lado.

Thomas Mann, en cambio, en 1936 escribía esto:

¡Fuera con los campos de concentración! [1936]

La persistencia de los campos de concentración constituye una de las cargas morales más pesadas del gobierno alemán actual. Debería darse cuenta de que a los ojos del mundo podría atenuar considerablemente otras cargas equiparables de las que ya no está en su mano liberarse si se decidiera a suspender estos centros de sufrimiento que para muchos millones de personas constituyen una expresión del más bajo afán de venganza y de un desprecio total por la ley, devolviéndoles por fin la libertad a los mártires de sus propias opiniones que siguen encerrados en ellos. No soy ningún amigo de los gobernantes alemanes y tengo pocos motivos para darles buenos consejos; pero su mismo principio de que “es justo lo que es útil” debería inducirles a dar este paso, y si yo fuera Hitler -una perspectiva poco estimulante- extraería la lección del homenaje universal que se le acaba de conceder a una víctima de su grandeza y, junto con los campos de concentración, eliminaría la piedra del escándalo que quizá obstaculice más que cualquier otra cosa la fe de Europa en la veracidad de su adhesión a la justicia y a la paz.