El siglo de Einstein y Planck había
resultado ser el siglo de Hitler. La Gestapo y el renacimiento
científico eran hijos de una misma época. Qué humano era el siglo XIX,
el siglo de la física ingenua en comparación con el siglo XX (...)
Existía un parecido terrible entre los principios del fascismo y los
principios de la física contemporánea.
El fascismo ha negado el
concepto de individualidad separada, el concepto de «hombre» y opera con
masas enormes. La física contemporánea habla de probabilidades mayores
o menores de fenómenos en este o aquel conjunto de individuos físicos.
¿Acaso el fascismo, en su terrible mecánica, no se funda sobre el
principio de política cuántica, de probabilidad política?
El fascismo
ha llegado a la idea de aniquilar estratos enteros de población,
nacionalidades o razas sobre la base de que la probabilidad de oposición
manifiesta o velada en estos estratos y subestratos es mayor que en
otros grupos o conjuntos: la mecánica de las probabilidades y de los
conjuntos humanos.
Pero no, no. El fascismo morirá porque ha pretendido aplicar sobre el hombre las leyes de los átomos y los guijarros.
El
fascismo y el hombre no pueden coexistir. Cuando el fascismo vence, el
hombre deja de existir, quedan sólo criaturas antropoides que han
sufrido una transformación interna. Pero cuando es el hombre, el hombre
dotado de libertad, razón y bondad, el que vence, es el fascismo el que
muere y aquellos que se habían sometido a él vuelven a ser hombres.
Vasili Grossman, Vida y destino, p. 111