miércoles, 12 de febrero de 2014

12 de febrero: Santa Eulàlia de Barcelona



Hablando se entiende la gente...

Esto se suele decir, pero como tantas cosas que se suelen decir, es más un deseo que una realidad. Estaría bien que hablando se entendiese la gente, pero no es sempre así... Si una de las partes no quiere entender, es inútil hablar... es perder el tiempo, la paciencia, el honor, la salud... y a veces hasta la vida, como le pasó a la pobre Eulàlia de Barcelona, a la que, además, lo de "hablar" parece que se le daba bastante bien, como su propio nomnbre indica: EULALIA en griego (Ευλαλια): 'la que habla bien' - eu = 'bien', lalein = 'hablar' (verbo) o lalia = 'habla' (sustantivo)


Martirio de Santa Eulàlia (Jaume de Cirera, s. XV, Museu Episcopal de Vic) 
Era esta Eulàlia una jovencita de 13 años que pertenecía a una familia cristiana que vivía en la Barcino (actual Barcelona) ocupada por Roma, de una forma parecida a como hoy la ocupa Madrid...

Eran los primeros años del siglo IV. El año 304, el emperador Diocleciano nombró gobernador a un tal Daciano. Uno de los objetivos de este Daciano era acabar con la lacra del cristianismo al que cada vez se producían más conversiones y que amenazaba con corroer la estabilidad del régimen político romano.


Martirio de Santa Eulàlia (Bernat Martorell, s. XV, Museu Episcopal de Vic)

Al parecer, la joven y cristiana Eulàlia era de la opinión tan extendida entre las buenas personas de que "hablando se entiende la gente" y decidió acudir ante el gobernador para dialogar pacíficamente y explicarle que los cristianos eran buena gente y que no constituían ninguna amenaza para ningún orden político. El gobernador Daciano, que por lo visto creía más en otras cosas que en las palabras, llamó a los soldados de su guardia y les ordenó: "Aplicad a esta muchacha tantos castigos como años tiene".

Los soldados se la llevaron a los calabozos y allí, después de preguntarle cuántos años tenía, procedieron a torturarle de hasta 13 formas diferentes.

Le aplicaron 13 crueles torturas que acabaron con su vida. La primera de ellas fue encerrarla (desnuda) en la cárcel que había en la actual calle de l’Arc de Santa Eulalia. A partir de ahí las torturas continuaron y cada una de ellas era peor que la anterior. La azotaron mientras estaba desnuda en plena calle; le clavaron agujas en el cuerpo; la marcaron con hierros candentes; la obligaron a caminar descalza sobre unas brasas ardiendo y le quemaron los pechos. Llegados a este punto la metieron en un bidón lleno de clavos y pinchos y la lanzaron calle abajo, 13 veces en total. Esta atrocidad se dice que tuvo lugar en la actual Baixada de Santa Eulalia.

Tras estos terribles tormentos la muchacha salió del bidón sin un solo rasguño. La historia dice que fue gracias a Dios que la protegió y que además la hizo inmune al dolor. Esto enfadó mucho a los romanos que siguieron con nuevos castigos hasta completar los 13 que le habían  impuesto. Así pues, la siguientes torturas fueron encerrarla desnuda en una habitación llena de pulgas,  sacarla a la calle, también desnuda y, para terminar, colgarla de una cruz en X (posiblemente instalada en la Plaza de l’Àngel o en el Pla de la Boquería) donde finalmente murió. Según cuenta la leyenda, en ese momento cayó una nevada sobre el cuerpo desnudo e inerte de Eulalia que la tapó de las miradas indiscretas de los barceloneses.

Eulalia fue enterrada por los cristianos de la ciudad en un lugar en el que había una pequeña iglesia llamada "Santa María de las Arenas", en donde muchos siglos más tarde se construiría la magnífica iglesia de Santa María del Mar. En el año 877, por orden del rey Carlos el Calvo, el Obispo franco Frodovino encontró el cuerpo y dispuso su traslado a la catedral de Barcelona. 
 
La leyenda dice que durante el traslado a la catedral el ataúd empezó a pesar cada vez más hasta que, a la altura de la Plaça de l’Àngel, tuvieron que dejarlo en el suelo. Entonces apareció un ángel, gracias al cual se descubrió que un clérigo del séquito había robado un dedo del pie del cadáver para quedárselo de reliquia. Seguidamente, el Obispo ordenó quemar el dedo que quedó incorrupto bajo las llamas. Posteriormente depositaron el dedo en el ataúd y la comitiva pudo seguir el camino hasta llegar a la Catedral, donde actualmente reposan sus restos en la Cripta de Santa Eulalia, situada bajo el altar.


Cripta de Santa Eulàlia en la Catedral de Barcelona



Antonio Vicente Domenec, Historia General de los santos y varones ilustres en santidad del Principado de Cataluña, Impreso en Gerona, año 1630

La Virgen y el Niño con Santa Dorotea y Santa Eulalia
Hans Baldof, s. XV (BNE)



Santa Eulàlia, Barcelona (Tarjeta postal del siglo XIX)