"La verdad de los fuertes no está en la arrogancia. Todos eran débiles, tanto justos como pecadores. La única diferencia era
que un hombre miserable, cuando realizaba una buena acción, se
vanagloriaba de ella toda la vida, mientras que un hombre justo no
reparaba en sus buenas acciones, pero recordaba durante años un pecado
cometido.
...
Cada día, cada hora, año tras año, es necesario librar una lucha por el
derecho a ser un hombre, ser bueno y puro. Y en esa lucha no debe haber
lugar para el orgullo ni la soberbia, sólo para la humildad. Y si en un
momento terrible llega la hora desesperada, no se debe temer a la
muerte, no se debe temer si se quiere seguir siendo un hombre."
Vasili Grossman, Vida y destino, p. 1066-1067