"Un oficial que Nóvikov conocía, un hombre lúcido y juicioso que estaba
destacado en un puesto de observación de primera línea, no había querido
renunciar a su costumbre de beber leche fresca por la mañana. Así que
cada mañana, un soldado de segundo grado se adentraba bajo fuego enemigo
y le traía un termo con leche. A veces, los alemanes mataban al soldado
y entonces este conocido de Nóvikov, un buen hombre, se veía obligado a
prescindir de la leche hasta el día siguiente, cuando un nuevo correo
sustituía al anterior. Y quien así se comportaba era un buen hombre,
justo, preocupado por sus subordinados, un hombre al que los soldados
llamaban «padre». Intenta encontrar un sentido a esta contradicción."
Vasili Grossman, Vida y destino, p. 640