Todo pasa, pero ese enorme y pesado sol de hierro fundido, en la niebla vespertina, ese viento amargo, impregnado de ajenjo, no puede ser olvidado… Y la estepa se yergue, pero no en su pobreza, sino en su riqueza.
En primavera la estepa joven, cubierta de tulipanes, es un océano donde no rugen las olas sino los colores. Los arbustos espinosos de la hierba de los camellos teñida de verde, y las jóvenes espinas con las puntas todavía tiernas y suaves, todavía no endurecidas…
Y en las noches de verano en la estepa puedes ver alzarse en toda su altura el rascacielos galáctico, desde los bloques de estrellas azules y blancas del fundamento hasta las nebulosidades humeantes y las ligeras cúpulas de las aglomeraciones esféricas que se hunden bajo el lecho del universo… La estepa tiene una particularidad maravillosa. Esa particularidad vive en ella, invariablemente, ya sea al alba, en invierno, en verano, en sombrías noches de lluvia o bajo el claro de luna. Siempre y por encima de todas las cosas la estepa habla al hombre de la libertad… La estepa se la recuerda a aquellos que la han perdido."
Vasili Grossman, Vida y destino, p. 368
Fiodor Alexandrovich Vasiliev. “Las lagunas del Volga”