miércoles, 12 de marzo de 2014

Sionismo y fascismo

Lenni Brenner, Sionismo y fascismo. El sionismo en la época de los
dictadores
. Buenos Aires, Editorial Canaán, 2011, 454 p.

Si un lector desprevenido leyera frases como “cada país puede absorber solamente un número limitado de judíos, si no quiere desórdenes en su estómago. Alemania ya tiene demasiados judíos” o “El judío es una caricatura de un ser humano normal, natural, tanto física como espiritualmente. Como individuo en sociedad se rebela contra todos los arneses de las obligaciones sociales, no conoce el orden ni la disciplina”, no dudaría en adscribir tan temerarias afirmaciones a alguna usina o personaje denotado de los regímenes nazi-fascistas que asolaron Europa en el mundo de entreguerras.
Lo notable es que lejos de ser pronunciadas por Adolf Hitler o por alguno de sus secuaces, la primera fue dicha por Chaim Weizmann, futuro presidente de la Organización Sionista Mundial y primer presidente de Israel, en la Berlín de 1912, y la segunda no se publicó en el semanario nazi Der Stürner, sino en el órgano oficial de la organización juvenil sionista, Hashomer Hatzair.
Llevar adelante una crítica frontal y honesta hacia el Estado de Israel y sus fundamentos, siempre ha sido una tarea riesgosa, dado que quien la realiza corre el riesgo de ser imputado de antisemita y judeofóbico. Desoyendo estas advertencias Lenni Brenner -estadounidense, judío, marxista, gran activista por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en los sesenta- ha escrito una obra monumental que disecciona la naturaleza del sionismo y su accionar en los tiempos de la Europa del fascismo, edición que en nuestro país debemos saludar, y cuya presentación -invitando a los lectores al debate, la crítica y la polémica- es en definitiva el objeto de estas líneas. Una idea central recorre la obra (y de alguna manera motoriza los desarrollos y la presentación de una por momentos abrumadora cantidad de fuentes): partiendo de que el antisemitismo era inevitable (hasta “natural”) y justificable en cierta forma, mientras los judíos no tuvieran un hogar nacional en Palestina, el propio sionismo alentó y sacó partido del odio a los europeos judíos en el período indicado.

Reseña de Alejandro Falco