Pequeños relatos o cuentos encabezados por el que presta su título al libro, de los que el propio autor habla así: "Hipocondrías, insomnios, impaciencias, desazones, son las musas cojas de estas breves páginas. Hubiera querido titularlas Extravagancias, no tanto por su carácter como porque muchas de ellas me parecen vagar en un propio y extraño fuera que no posee un dentro, como astillas a la deriva supervivientes de un todo que nunca ha existido..."
El primero de los relatos, Los volátiles del Beato Angélico, empieza así: "El primer volátil llegó un jueves de finales de junio, a la hora de vísperas, cuando todos los frailes estaban en la capilla para el oficio..."
Después del primer volátil, llegó otro y después otro y al cabo de un tiempo... "el volátil sonrió, y antes de dejarlo le dijo con un murmullo de alas: Mañana nos debes pintar, hemos venido a propósito."
Así que Fray Giovanni, al día siguiente se puso manos a la obra...
"Algunos días antes, con algunos hermanos que le servían de ayudantes, había pintado en la vigesimotercera celda del convento la crucifixión de Cristo, y había querido que sus colaboradores bañaran el fondo de verduzco, que es una mezcla de ocre, negro y cinabrio, porque quería que fuera el color de la desesperación de María, que señala al hijo crucificado con gesto pétreo. Pero entonces, como tenía allí a su disposición aquella criaturilla redondeada con la cola inaferrable como una llama, para aliviar el dolor de la Virgen y hacerle comprender que el sufrimiento de su hijo era voluntad de Dios, se le ocurrió representar a algunos seres divinos que como instrumentos del destino celeste se dispusieran a remachar los clavos de las manos y los pies de Cristo. En consecuencia, llevó al volatil a la celda, lo puso sobre un taburete, boca abajo para que pareciera estar en vuelo, y en una posición semejante lo pintó en los extremos de la cruz, representándolo con un utensilio para golpear los clavos en la mano derecha: y los frailes que habían pintado al fresco la celda con él miraban atónitos aquella extraña criatura, a la que él con increíble rapidez hacía surgir con el pincel desde las tinieblas de la crucifixión, y exclamaban a coro: ¡Oh!"
"Después, por último, pintó al volátil que había llegado el primero, y eligió el muro del pasillo del primer piso, porque quería una pared amplia con una buena perspectiva. Ante todo pintó un pórtico, con columnas y capiteles corintios, y después la vista de un jardín cercado por una empalizada. Y por fin colocó en pose al volátil, en posición genuflexa, apoyándolo sobre un sitial para que no se cayese; le hizo cruzar las manos sobre el pecho en actitud reverencial y le dijo: Te cubriré con una túnica rosa, porque tienes un cuerpo demasiado feo. La Virgen la pintaré mañana, tú resiste esta tarde y después podréis marcharos; estoy haciendo una Anunciación."