"Los hombres nuevos no creían en la Revolución, no eran hijos de la Revolución sino del Estado creado por ella.
El nuevo Estado no necesitaba santos apóstoles, constructores frenéticos, obsesos, discípulos rebosantes de fe. Ni siquiera de esclavos tenía necesidad el nuevo Estado: sólo necesitaba funcionarios, empleados. La preocupación del Estado consistía en que sus empleados se revelaban a veces como gente demasiado mediocre, y tramposa, por añadidura.
El terror y la dictadura devoraron a aquellos que habían puesto los cimientos. Y el Estado, que parecía ser un medio, resultó ser un fin."
Vasili Grossman, Todo fluye, p. 225