"En nuestra sociedad, el hecho mismo de la procreación no se plantea como opción, sino como 'sentido' de la condición femenina, ni concierne tampoco a las decisiones autónomas de las mujeres con respecto a su propia fertilidad, sino que está sujeto a las normas sociales impuestas por el orden societal a partir de un marco valórico androcrático basado en la obligatoriedad reproductiva. Ésta es la cara oculta de la matrística y sus optimismos. Bajo el culto a la maternidad o a la familia se esconde una violencia dogmática que sanciona como anormal o abominable el que tales condiciones puedan ser asumidas como opciones autogobernadas. El control patriarcal de la fertilidad femenina adquiere en nuestra sociedad características institucionales fundamentalistas, las que son acríticamente refrenadas por la escolaridad. Las mujeres son educadas para emparejarse y procrear, no para decidir lo que harán con su fertilidad en un abanico de opciones no sólo sexuales o reproductivas."
Rodrigo Gaínza, Dirigir y corregir