"Porque
la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción, y es algo así como la
forma que la eternidad puede asumir en ese incesante tránsito. Y aunque nosotros (nuestra
conciencia, nuestros sentimientos, nuestra dura experiencia) vamos cambiando con los
años, y también nuestra piel y nuestras arrugas van convirtiéndose en prueba y testimonio
de ese tránsito, hay algo en nosotros, allá muy dentro, allá en regiones muy oscuras,
aferrado con uñas y dientes a la infancia y al pasado, a la raza y a la tierra, a la tradición y a
los sueños, que parece resistir a ese trágico proceso: la memoria, la misteriosa memoria de
nosotros mismos, de lo que somos y de lo que fuimos. Sin la cual (¡y qué terrible ha de ser
entonces! se decía Bruno) esos hombres que la han perdido como en una formidable y
destructiva explosión de aquellas regiones profundas, son tenues, inciertas y livianísimas
hojas arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo."
Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, II, XIV