Jesús Sepúlveda, El jardín de las peculiaridades, Nihil Obstat, 2011
"Distintas como dos gotas de agua"
"El jardín de las peculiaridades es un intento por acceder a un conocimiento que pueda devolver al habitante humano del planeta, la humanidad devorada por la civilización industrial. Es un intento de hablar con un nuevo código para decir nuevas cosas, y de allí la potencial dificultad que acarrea su desciframiento." (Del prólogo de A. J. Laskar)
Reseña por Rodrigo Gaínza:
NIHIL OBSTAT ha vuelto a sorprendernos con la reedición de un texto
clave en el horizonte del pensamiento crítico. Adversario de la
civilización basada en el monocultivo y la cosificación de los seres
vivientes, Sepúlveda postula la eclosión de un mundo no sólo más justo y
sustentable, sino paradisíaco.
Por lo visto en el tránsito entre el mythos y el logos
la humanidad ha perdido de vista la conciencia indistinta, de modo que
el lenguaje y el yo se han apoderado de la cognición humana precipitando
la caída del edén pleistocénico y marcando el ascenso hacia las poleas y
atalayas de la razón instrumental. El Jardín de las Peculiaridades
nos habla de una mirada capaz de aquilatar la multiplicidad de lo
viviente, una mirada que al tomar conciencia de la belleza intrínseca
del mundo es estética mucho antes de que la academia pasteurice este
término en el marco de unos atributos antropocéntricos por completo
arbitrarios. En efecto, todos los seres vivos experimentan momentos de
regocijo inapetente en los que contemplan la belleza del mundo. Su lucha
se reduce a poder existir, actividad en la que carece de sentido poseer, domesticar o dominar.
Con la consistencia de un documento urgente y visionario, El Jardín
explora las dimensiones múltiples de una sensibilidad que resiste a la
domesticación y su racionalidad exobiótica. Estamos ante el manifiesto
de una razón no estandarizada, la que en gran medida representa el
desenvolvimiento de la poesía por otros medios. Pero en lugar de
limitarse al análisis político de las diferentes manifestaciones del
poder como dominación (canibalismo, patriarcado, democracia
plutocrática, monocultura, orden unipolar), inspira el movimiento capaz
de derrocarlo. Este es, tal vez, su énfasis más significativo:
“En la Tierra se haya contenida la noción de toda libertad. Y tras
las barras de acero surge la desafortunada experiencia de la prisión y
del enjaulamiento. La revolución debiera transformar lo cotidiano en una
ética que se realiza en el presente perenne. Pero esto es algo
especulativo, ya que se basa en la urgencia ética de transformar. La
inmovilidad, en todo caso, rinde homenaje a la represión. Sólo el
movimiento libera”. (§ 32:68)
En el Jardín de las Peculiaridades, todas
las contraculturas, ideas y experiencias antiautoritarias convergen y
son revitalizadas por la onda expansiva de la naturaleza. La
transformación social rompe la absorción en sí misma para conectarse con
el mundo viviente que es condición de producción de la vida social y la
historicidad. La búsqueda de una cultura no simbólica es el hallazgo
del silencio de una conciencia humana dispuesta a religarse con la
Tierra, una conciencia capaz de oír la música de la existencia.
La peculiaridad no es un atributo, a la manera de un accidente en la
sustancia idéntica a sí misma del orden simbólico dominante. La
peculiaridad es el pulso y el flujo diversificante de la emergencia y
diseminación de la vida, cuyo propósito es enriquecer esa misma
diversidad. De esto nos habla Jesús Sepúlveda al afirmar que sólo hay un sendero que conduce al corazón de la vida. El postulado de El Jardín
es que no se trata de una senda preestablecida y absoluta, de un camino
trazado por las estructuras sociales de repetición, o de la “única vía”
instaurada imaginariamente por quienes se consideran poseedores de una
verdad revolucionaria en descomposición.
Ese sendero no demarca sus límites y no confina a nadie en su
extensión. Más que venir de algo o ir a algún lugar, es una manera de
estar aquí y ahora. Exuberante e ingobernable como lo es la fuerza de la
vida, ese sendero no es otro que el ejercicio de la libertad.
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Sobre Jesús Sepúlveda
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