Un día, aquel buen hombre quiso retirarse del mundo y acudió a un monasterio de cartujos para cambiar su vida. El abad le advirtió que sería una vida dura y, sobre todo, silenciosa. "Sólo podrás decir dos palabras cada año".
Pasó el primer año y como no había dicho todavía ninguna de las dos palabras que tenía permitido decir, el abad le dijo por señas que si quería podía aprovechar su oportunidad para decirlas. El nuevo cartujo dijo: "cama dura".
Pasó un año más y el nuevo monje no dijo ni una sola palabra más... El abd volvió a permitirle que dijera dos palabras antes de que acabara aquel segundo año y nuestro buen cartujo dijo: "comida mala".
Así pasó otro año más, el tercero. Al finalizar éste, el abad le recordó que tenía la oportunidad de decir las dos palabras de aquel tercer año y el cartujo dijo: "me voy". El abad se lo miró con cara de pena y dijo: "no me extraña... desde que llegaste no has hecho más que quejarte!"