viernes, 31 de enero de 2014

Beduinos de Beerseba


"Comemos en Beerseba; hemos viajado una hora en dirección sur y nos encontramos en el desierto. Es la capital del Negev, creada en tiempos prehistóricos por el patriarca Abraham, que excavó aquí fuentes para su pueblo. Ahora a derecha e izquierda de las carreteras asfaltadas se oyen los tractores, pero los tiempos del Antiguo Testamento persisten en la figura de los beduinos. Sus tiendas, como capullos negros de gigantescos insectos, pueblan las laderas del desierto en el que ahora nos adentramos rumbo al este. Con los rostros apenas visibles detrás de sus túnicas, apacientan sus rebaños de ovejas y cabras negras que pueden apreciarse a kilómetros de distancia dibujadas con tinta china sobre la piedra amarilla..."


"... De repente, en la profundidad del desierto, donde hace tiempo que ya no crece nada y donde todo se ha transformado en un paisaje amarillo, marchito y ondulante, veo a lo lejos a un beduino, un pequeño punto, caminar de ninguna parte a ninguna parte. Mientras el guía habla de ellos con desdén -de su holgazanería, su suciedad, su poligamia-, apenas puedo contener las lágrimas de emoción. Quizá se pueda dividir a las personas en dos clases: las que suben a tractores e intenta sacar fruto, y las que prefieren seguir caminando solitarias por el desierto."

Harry Mulisch, El juicio a Eichmann, p. 44

Escena rupestre en el Abrigo Grande de Minateda