domingo, 2 de noviembre de 2014

Un futuro sin porvenir


Grupo Oblomoff, Un futuro sin porvenir. Por qué no hay que salvar la investigación científica, Traducción de Javier Rodríguez Hidalgo, Ediciones El Salmón, 2014

La Ciencia sigue manteniendo un lugar privilegiado en el imaginario de los países occidentales. El derrumbe de distintos símbolos religiosos y laicos como Dios, la Revolución, e incluso el Progreso, no ha alcanzado a la fe en la práctica científica. Ese es el motivo por el que, en los últimos años, las quejas y las demandas de científicos e investigadores españoles hayan gozado de tan buena acogida entre amplios sectores de la izquierda y de la opinión pública. Sin embargo, jamás se habla del porqué de la necesidad de la investigación científica, de sus fines y sus medios, o del tipo de mundo que contribuyen a forjar y perpetuar.

La ciencia, en nuestro tiempo, no se entiende si no es como ciencia aplicada al sistema productivo. En su condición subalterna, sometida a la lógica de la ganancia, no puede más que celebrar y alentar los progresos del Estado y de la Técnica, y colaborar, así, con el desarrollo de un modo de vida cuya base es la sumisión. Al haber aceptado alegremente esta función (en la creencia de estar ejerciendo un magisterio científico siempre neutral y apartado de la lógica de la sociedad), los científicos se han condenado a una compartimentación cada vez más minuciosa de su trabajo, a la sujeción a la financiación pública y privada con el único fin de extraer benificios económicos o ventajas estratégicas militares, y, en definitiva, a ignorar conscientemente para qué y para quién están haciendo ciencia. Han aceptado el chantaje, guardando silencio sobre la degradación constante de la propia actividad científica, y siendo cómplices en muchos casos del encubrimiento de la nocividad de la producción industrial, haciéndola pasar por daños colaterales inevitables y, a fin de cuentas, asumibles.

En las páginas de este libro el Grupo Oblomoff desarrolla una crítica dirigida contra mitos modernos como el Progreso y la Técnica, cuestiona las nociones de investigación pública y «ciencia pura», y sugiere que la ciencia moderna ―en realidad «tecnociencia»― ha sometido el deseo de comprensión del mundo a una voluntad imperialista y hegemónica que reduce toda la realidad a simples mecanismos y números.

El Grupo Oblomoff nació en Francia hacia octubre de 2004, cuando treinta personas interrumpieron una asamblea del movimiento Salvemos la investigación y denunciaron la complicidad entre la investigación científica, la industria, y el ejército. Los participantes en la protesta eran en su mayoría estudiantes de ciencias sociales y militantes anti-nucleares y feministas, pero unos meses después se les sumaron investigadores y doctorandos en ciencias puras, constituyéndose de esta forma el Grupo Oblomoff. Desde entonces han venido desarrollando una doble actividad en la producción de textos y la realización de acciones de denuncia frente a personalidades o iniciativas del medio científico. La elección del nombre, que remite al personaje de la novela de Goncharov Oblómov, emblema de la indolencia metafísica, sugiere la necesidad de frenar la invasión tecnológica, detener la obsesión por el trabajo y la producción, y recordar que existen más modos de estar en el mundo.

Ediciones El Salmón

Presentación del Grupo Oblomoff - Una crítica radical de la tecnociencia