Cataluña, 9N. El punto de vista de un pastor
No me gustan los estados, ni las identidades nacionales, ni las fronteras. Tampoco me gusta que los estados o instituciones estatales nos convoquen para preguntarnos lo que quieren y cuando quieren, siempre en función de sus intereses, es decir de los intereses de las propias instituciones y del sistema por y para el que existen. No me gusta España. Tampoco me gusta Cataluña. Sólo son palabras que representan ideas que sirven para dominar, para subyugar. No entiendo por qué es catalán alguien que tiene su domicilio en algún lugar situado a un lado de una rayita pintada en un mapa y por qué no lo es alguien que lo tiene al otro lado, o que ni siquiera tiene un domicilio. Tampoco entiendo que alguien tenga que ser español aunque no le guste, aunque no quiera serlo, sólo porque tenga su domicilio en algún lugar situado dentro de unas rayitas pintadas en un mapa y que alguien dice que se llama “España”.
A los humanos nos gusta identificarnos con grupos de humanos. Somos gregorianos, perdón, gregarios. Es algo parecido a lo que les ocurre a las cabras. Les gusta estar juntas. Buscan signos que les permitan reconocer a quienes son de su rebaño. A los humanos también nos gusta esto. Los pastores utilizamos este instinto gregario de las cabras para llevarlas de un sitio a otro con facilidad. Los estados y sus instituciones hacen lo mismo con nosotros. Consiguen que reconozcamos unos cuantos signos como los propios de nuestro rebaño, de tal forma que reconozcamos fácilmente a los que son de los nuestros, de nuestro rebaño, y de esta manera consiguen llevarnos por donde quieren, por donde más les conviene en cada momento. Cuando alguien quiere escapar del rebaño, se le ata, se le obliga por la fuerza a ir con el rebaño, o se le encierra. Todos tenemos que estar dentro del rebaño que alguien ha decidido que es el que nos corresponde.
El problema es cuando no es un sólo individuo el que no quiere estar en el rebaño. El problema empieza a ser más complicado cuando algún otro pastor consigue que un grupo numeroso se identifique con otros signos de identidad. Es muy difícil atar a todos. El rebaño se vuelve inmanejable. Sin embargo, en el caso de Cataluña, el estado español ha tomado la opción de atar a todos. A uno solo, o a unos pocos es relativamente fácil atarlos y sujetarlos a la disciplina del rebaño. Pero atar a tanta gente… es complicado, por lo que utilizan estrategias complicadas, se les amenaza, se les prohíbe, se les asusta, se les denigra, se les desprestigia, se les insulta… A veces estas estrategias sólo sirven para reforzar el sentimiento de querer abandonar el rebaño. Nos gusta más el pastor que nos adula y que nos promete buenos pastos, que el que nos amenaza con encerrarnos en el corral. El resultado… millones de personas acudiendo a la llamada de una institución para votar por la independencia de algo que llaman “Cataluña” porque no quieren pertenecer a algo llamado “España”.
No me gustan los estados, no me gustan las identidades nacionales, no me gustan las rayitas en los mapas que separan a las personas y que las clasifican dentro de complejas taxonomías… Pero me gusta que sean muchas personas las que no quieren estar en el rebaño, aunque no sean capaces de ver que lo que van a hacer es salir de un rebaño para entrar en otro; que se trata de cambiar un pastor por otro, que puede ser mejor o parecerlo, pero que aunque lo parezca durante algún tiempo, también puede pasar que sea hasta peor…
Me gusta que haya mucha gente que se rebela contra la pertenencia obligatoria a un rebaño determinado. Me gusta que haya mucha gente que no haya tenido miedo a las amenazas de los prepotentes defensores de la sagrada unidad patria, que se hayan rebelado contra lo que alguien de quien no quiero acordarme definió como “una, grande y libre”, que se hayan rebelado y hayan acudido a demostrar que si quieren pueden irse a otro rebaño. Esto es lo que me da pena… que si consiguen escapar del rebaño, pronto se encontrarán en otro, que no tiene por qué ser mejor, porque sea como sea siempre será un rebaño, y un rebaño sirve para lo que sirve, para dominarnos, para controlarnos...