Louis Auguste Blanqui (1805-1881), pensador y activista revolucionario, escribió, además de varios libros y artículos de contenido político un curioso tratado de astronomía titulado La eternidad a través de los astros, una hipótesis astronómica. Este curioso tratado, escrito mientras estuvo preso en el Château du Taureau como consecuencia de su participación en los acontecimientos de la Comuna de París. En él formula conjeturas astronómicas y propone una poética teoría del "Eterno retorno" a través de la infinita
multiplicación, en tiempo y espacio, de mundos paralelos que contienen
infinitos sosias de todos los seres, en todos sus aspectos, variaciones y
combinaciones, alcanzando así la perennidad ("Todo ser humano es pues
eterno en cada uno de los segundos de su existencia"). Deduce su teoría de dos hechos. Por una parte intuye y demuestra que el Universo es infinito: "una gran esfera cuyo centro está en todas partes y su superficie en ninguna", tal como dijo Blaise Pascal. Por la otra afirma que la naturaleza se basa en un número limitado de elementos y principios básicos combinados de todas las formas posibles a lo largo del tiempo y el espacio. Dado que el número de combinaciones posibles con un número limitado de elementos es finito y que el universo es infinito, todas las posibles combinaciones deberán repetirse de forma infinita.
Recogiendo estas ideas, Adolfo Bioy Casares construye un relato fantástico, La trama celeste, en el que menciona el siguiente párrafo de la obra de Blanqui:
"Habrá infinitos mundos idénticos, infinitos mundos ligeramente variados, infinitos mundos diferentes. Lo que ahora escribo en este calabozo del fuerte del Toro, lo he escrito y lo escribiré durante la eternidad, en una mesa, en un papel, en un calabozo, enteramente parecidos. En infinitos mundos mi situación será la misma, pero tal vez la causa de mi encierro gradualmente pierda su nobleza, hasta ser sórdida, y quizá mis líneas tengan, en otros mundos, la innegable superioridad de un adjetivo feliz."
Esta idea de Blanqui no era en absoluto original, ya que Demócrito ya la había expresado hace 2400 años, según nos lo cuenta Cicerón en su diálogo "Academica":
Adolfo Bioy Casares, en su relato, también se refiere a esta idea de Demócrito:
"Alegar a Blanqui, para encarecer la teoría de la pluralidad de los mundos, fue, tal vez, un mérito de Servian; yo, más limitado, hubiera propuesto la autoridad de un clásico; por ejemplo: "según Demócrito, hay una infinidad de mundos, entre los cuales algunos son, no tan sólo parecidos, sino perfectamente iguales" (Cicerón, Primeras Académicas, II, XVII); o: "Henos aquí, en Bauli, cerca de Pezzuoli, ¿piensas tú que ahora, en un número infinito de lugares exactamente iguales, habrá reuniones de personas con nuestros mismos nombres, revestidas de los mismos honores, que hayan pasado por las mismas circunstancias, y en ingenio, en edad, en aspecto, idénticas a nosotros, discutiendo este mismo tema? [id., id., II, XL].
Este relato de Bioy Casares y la idea de infinitud de mundos iguales o parecidos, se encuentra emparentado con el relato de Borges La biblioteca de Babel. El relato de Borges fue publicado en 1941 junto con otros relatos en un volumen titulado El jardín de los senderos que se bifurcan. El relato de Bioy Casares se publicó por primera vez unos pocos años más tarde, en 1948.