-Coraje, muchachos, hagamos algo exhortó Badaracco-. Por amor a la humanidad.
-¿Por qué tiene usted, señor Badaracco, tanto amor a la humanidad? preguntó el gallego.
Ruborizado, Badaracco balbuceó:
-No sé. Todos sabemos.
-¿Qué
sabemos, señor Badaracco? ¿Si usted piensa en los hombres, los
encuentra admirables? Yo todo lo contrario: estúpidos, crueles,
mezquinos, envidiosos declaró Villarroel.
-Cuando
hay elecciones reconoció Chazarreta-, tu bonita humanidad se desnuda
rápidamente y se muestra tal cual es. Gana siempre el peor.
-¿El amor por la humanidad es una frase hueca?
-No,
señor maestro respondió Villarroel-. Llamamos amor a la humanidad a la
compasión por el dolor ajeno y a la veneración por las obras de
nuestros grandes ingenios, por el Quijote del Manco Inmortal, por
los cuadros de Velázquez y de Murillo. En ninguna de ambas formas vale
ese amor como argumento para demorar el fin del mundo. Sólo para los
hombres existen las obras y después del fin del mundo el día llegará,
por la bomba o por muerte natural- no tendrán ni justificación ni
asidero, créame usted. En cuanto a la compasión, sale gananciosa con un
fin próximo... Como de ninguna manera nadie escapará a la muerte ¡que
venga pronto, para todos, que así la suma del dolor será la mínima!
Adolfo Bioy Casares, El calamar opta por su tinta (Historias fantásticas)