Hoy he releido un relato de Julio Cortázar titulado Cefalea... He pasado el día pensando en las mancuspias... y ahora que recopilo la información que he conseguido sobre ellas... empiezo a notar un dolor de cabeza del que me costará librarme tanto como de las mancuspias...
Cuidamos las mancuspias hasta bastante tarde, ahora con el calor del verano se llenan de caprichos y versatilidades, las más atrasadas reclaman alimentación especial y les llevamos avena malteada en grandes fuentes de loza; las mayores están mudando el pelaje del lomo, de manera que es preciso ponerlas aparte, atarles una manta de abrigo y cuidar que no se junten de noche con las mancuspias que duermen en jaulas y reciben alimento cada ocho horas.
No nos sentimos bien. Esto viene desde la mañana, tal vez por el viento caliente que soplaba al amanecer, antes de que naciera este sol alquitranado que dio en la casa todo el día. Nos cuesta atender a los animales enfermos -esto se hace a las once- y revisar las crías después de la siesta. Nos parece cada vez más penoso andar, seguir la rutina; sospechamos que una sola noche de desatención sería funesta para las mancuspias, la ruina irreparable de nuestra vida. Andamos entonces sin reflexionar, cumpliendo uno tras otro los actos que el hábito escalona, deteniéndonos apenas para comer (hay trozos de pan en la mesa y sobre la repisa del living) o mirarnos en el espejo que duplica el dormitorio. De noche caemos repentinamente en la cama, y la tendencia a cepillarnos los dientes antes de dormir cede a la fatiga, alcanza apenas a sustituirse por un gesto hacia la lámpara o los remedios. Afuera se oye andar y andar en círculo a las mancuspias adultas.
No nos sentimos bien. Uno de nosotros es Aconitum es decir que debe medicamentarse con aconitum en diluciones altas si, por ejemplo, el miedo le ocasiona vértigo. Aconitum es una violenta tormenta, que pasa pronto. De qué otro modo describir el contraataque a una ansiedad que nace de cualquier insignificancia, de la nada. Una mujer se enfrenta repentinamente con un perro y comienza a sentirse violentamente mareada. Entonces aconitum, y al poco rato sólo queda un mareo dulce, con tendencia a marchar hacia atrás (esto nos ocurrió, pero era un caso Bryonia lo mismo que sentir que nos hundíamos con, o a través de la cama).
El otro, en cambio, es marcadamente Nux vomica. Después de llevar la avena malteada a las mancuspias, tal vez por agacharse demasiado al llenar la escudilla, siente de golpe como si le girara el cerebro, no que todo gire en torno –el vértigo en sí– sino que la visión es la que gira, dentro de él la conciencia gira como un giróscopo en su aro, y afuera todo está tremendamente inmóvil, sólo que huyendo e inasible. Hemos pensado si no será más bien un cuadro de Phosphorus, porque además lo aterra el perfume de las flores (o el de las mancuspias pequeñas, que huelen débilmente a lila) y coincide físicamente con el cuadro fosfórico: es alto, delgado, anhela bebidas frías, helados y sal.
De noche no es tanto, nos ayudan la fatiga y el silencio –porque el rondar de las mancuspias escande dulcemente este silencio de la pampa– y a veces dormimos hasta el amanecer y nos despierta un esperanzado sentimiento de mejoría. Si uno de nosotros salta de la cama antes que el otro, puede ocurrir con todo que asistamos consternados a la repetición de un fenómeno Camphora monobromata, pues cree que marcha en una dirección cuando en realidad lo está haciendo en la opuesta. Es terrible, vamos con toda seguridad hacia el baño, y de improviso sentimos en la cara la piel desnuda del espejo alto. Casi siempre lo tomamos a broma, porque hay que pensar en el trabajo que espera y de nada serviría desanimarnos tan pronto. Se buscan los glóbulos, se cumplen sin comentarios ni desalientos las instrucciones del doctor Harbín. (Tal vez en secreto seamos un poco Natrum muriaticum. Típicamente, un natrum llora, pero nadie debe observarlo. Es triste, es reservado; le gusta la sal.)
¿Quién puede pensar en tantas vanidades si la tarea espera en los corrales, en el invernadero y en el tambo? Ya andan Leonor y el Chango alborotando fuera, y cuando salimos con los termómetros y las bateas para el baño, los dos se precipitan al trabajo como queriendo cansarse pronto, organizando su haraganeo de la tarde. Lo sabemos muy bien, por eso nos alegra tener salud para cumplir nosotros mismos con cada cosa.
Mientras no pase de esto y no aparezcan las cefaleas, podemos seguir. Ahora es febrero, en mayo estarán vendidas las mancuspias y nosotros a salvo por todo el invierno. Se puede continuar todavía.
Julio Cortázar, Cefalea
¿Puede ser esto una mancuspia?
Según he podido ver en una entrada del blog Asuntos domésticos, en el libro de Aníbal Schutz, Leyendas verdaderas de la Pampa, Giuseppe Lampa Editor, Montevideo, 1945, se dice lo siguiente sobre las mancuspias:
MANCUSPIA
Originarias de ciertas zonas de Suramérica, las mancuspias son ―como las sirenas, la esfinge y el centauro― seres de naturaleza híbrida que ―también a semejanza del ornitorrinco― comparten características de diferentes especies animales.Si bien está documentado que se trata de mamíferos, las crías pequeñas tienen apariencia de pichones y, como ciertos saurios, son capaces de desarrollar un trepar reptante por los postes de los corrales en los que, comunmente, se les cría en cautiverio. Asimismo, pueden ejecutar un rumoroso parloteo sostenido que se creía privativo de ciertas clases de aves exóticas. Además, las hembras son capaces de emitir un aullido afilado mientras que los machos producen un ulular más bronco.
Su crianza en corrales exige su confinamiento en jaulas, donde reciben alimento cada ocho horas. Su pitanza habitual consiste en un potaje compuesto de avena malteada y, dos veces por semana, vino blanco.
El calor del verano, lo mismo que la falta de agua o el repentino cambio de costumbres las llenan de caprichos y versatilidades que pueden llegar al extremo de una inquietud rayana en la histeria, sin contar con que, por su propia naturaleza están llenas de sagacidad y malevolencia, por lo que su cría representa un trabajo sutil y necesitado de una precisión incesante y minuciosa.
Aunque las mancuspias pequeñas huelen levemente a lilas, las madres abominan el baño, por lo que hay que tomarlas con cuidado de las orejas y las patas y sumergirlas muchas veces en el agua. Mediante este proceso, los animales se desesperan y se erizan, y de esta manera las sales de baño penetran en su piel delicada.
Su temperatura corporal no excede los 37°c. Los ejemplares adultos tienden a desarrollar la manía de caminar en círculos. Además, pierden el pelaje del lomo, lo que a partir del otoño representa para ellas un problema, pues duermen estiradas y carecen de la protección que se dan a sí mismos los animales que descansan ovillados.
Una leyenda de la Pampa ha divulgado el rumor infundado de que las mancuspias provocan padecimientos extraños ―cefaleas, por ejemplo― tanto en los seres humanos encargados de su crianza como en aquellos que habitan cerca de sus moradas.
Originarias de ciertas zonas de Suramérica, las mancuspias son ―como las sirenas, la esfinge y el centauro― seres de naturaleza híbrida que ―también a semejanza del ornitorrinco― comparten características de diferentes especies animales.Si bien está documentado que se trata de mamíferos, las crías pequeñas tienen apariencia de pichones y, como ciertos saurios, son capaces de desarrollar un trepar reptante por los postes de los corrales en los que, comunmente, se les cría en cautiverio. Asimismo, pueden ejecutar un rumoroso parloteo sostenido que se creía privativo de ciertas clases de aves exóticas. Además, las hembras son capaces de emitir un aullido afilado mientras que los machos producen un ulular más bronco.
Su crianza en corrales exige su confinamiento en jaulas, donde reciben alimento cada ocho horas. Su pitanza habitual consiste en un potaje compuesto de avena malteada y, dos veces por semana, vino blanco.
El calor del verano, lo mismo que la falta de agua o el repentino cambio de costumbres las llenan de caprichos y versatilidades que pueden llegar al extremo de una inquietud rayana en la histeria, sin contar con que, por su propia naturaleza están llenas de sagacidad y malevolencia, por lo que su cría representa un trabajo sutil y necesitado de una precisión incesante y minuciosa.
Aunque las mancuspias pequeñas huelen levemente a lilas, las madres abominan el baño, por lo que hay que tomarlas con cuidado de las orejas y las patas y sumergirlas muchas veces en el agua. Mediante este proceso, los animales se desesperan y se erizan, y de esta manera las sales de baño penetran en su piel delicada.
Su temperatura corporal no excede los 37°c. Los ejemplares adultos tienden a desarrollar la manía de caminar en círculos. Además, pierden el pelaje del lomo, lo que a partir del otoño representa para ellas un problema, pues duermen estiradas y carecen de la protección que se dan a sí mismos los animales que descansan ovillados.
Una leyenda de la Pampa ha divulgado el rumor infundado de que las mancuspias provocan padecimientos extraños ―cefaleas, por ejemplo― tanto en los seres humanos encargados de su crianza como en aquellos que habitan cerca de sus moradas.
Bibliografía y enlaces:
- Deerie Sariols Persson, "Un tigre, dos tigres... Lo antiguo y lo nuevo en los bestiarios de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar"