lunes, 28 de abril de 2014

aire de Paris


"Recordaban vagamente a Marcel Duchamp, que a lo largo de su vida no hizo muchas cosas, pero de vez en cuando hizo alguna. En cierta ocasión, construyó una gota de cristal con aire de París y se la regaló a unos amigos de Nueva York. Aire de Paris, la llamó. 'Como mis amigos tenían prácticamente de todo, les llevé cincuenta centímetros cúbicos de Aire de Paris', comentaría años después Duchamp."

Enrique Vila-Matas, Aire de Dylan, p. 201

En 1919, Arensberg, magnate del acero y coleccionista de arte, se preocupaba por el hecho de que Duchamp dedicara casi la totalidad de su tiempo a jugar al ajedrez y no se preocupa en realizar ninguna obra artística. El contrato entre Arensberg y Duchamp implicaba que aquel era dueño de toda la obra realizada por el artista a cambio de un sueldo mensual... pero frecuentemente Arensberg debía enfrentar el problema de que Duchamp mostraba poco interés en realizar obra y es celebre su poca voluntad de trabajar y sus teorías sobre el ahorro de esfuerzo y la conservación de energía.

Arensberg había supuesto que Duchamp estaba escaso de inspiración y que ello era la causa de su reticencia a realizar más obras. Arensberg le pagó a Duchamp un viaje desde Nueva York a París para que el artista regresara con un poco del artístico aire parisino y se decidiese a crear nuevas obras que traería en su vuelta a EEUU. Duchamp acepta el viaje, y en Paris se dedica principalmente a seguir jugando al ajedrez con sus viejos camaradas. Al regresar a Nueva York entrega una única obra a Arensberg: su “Aire de Paris”, una ampolla que había encargado a un farmacéutico, la cual encierra el aire parisino que el mecenas reclamaba.