viernes, 24 de octubre de 2014

Insensatez

Horacio Castellanos Moya, Insensatez, Tusquets, 2013

Obsesión por la violencia en un país, Guatemala, en el que la violencia es reina y señora casi desde siempre... Alguien se dispone a hacer la manicura a las católicas manos que se disponían a tocarle los huevos al tigre militar... a cuidar de las manos que piadosamente se preparaban para apretarle los huevos al tigre... y asistimos perplejos, asombrados a algo que parece imposible que haya ocurrido, que ocurra, pero, sobre todo, perplejos por la manera de contar las cosas más terribles, explicando que "yo no estoy completo de la mente". El horror se mezcla con la vida cotidiana, con los deseos, los miedos, los arrebatos, las pasiones, la soledad, la tristeza, el sexo... y el horror se cuenta en forma de poesía...

Es una novela, es una ficción, pero también es una realidad. Porque la realidad supera a la ficción. Un supuesto corrector de estilo del informe REMHI nos descubre una realidad que, aunque algunas de sus víctimas piensan que quizá sea mejor olvidar -"que se borre el nombre de los muertos para que queden libres y ya no tengamos problemas-, hay que recordar, al menos, para que podamos conocer un poco más acerca de la crueldad de los seres humanos, de la inabarcabilidad del sufrimiento, del odio, de la violencia, del horror... Pero también hay que recordar, sobre todo, porque los asesinos, los torturadores, los criminales, los responsables de tanto horror todavía andan por ahí; porque todavía se encuentran situados en los puestos de máxima responsabilidad del estado... porque son una amenaza permanente. Porque "¡Todos sabemos quiénes son los asesinos!"

El libro termina con una especie de telegrama: "Ayer a mediodía monseñor presentó el informe en la catedral con bombo y platillo; en la noche lo asesinaron en la casa parroquial, le destruyeron la cabeza con un ladrillo. Todo el mundo está cagado. Da gracias que te fuiste".

El obispo asesinado era Juan Gerardi.


William Blake, El cuerpo de Abel descubierto por Adán y Eva (1826)
Tate Gallery, Londres

    LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

César Vallejo, 1918




Bibliografía: