Anton Chejov, Cuentos completos, AGUILAR, Madrid, 1968
¿Qué se puede decir de los cuentos de Chejov? Lo único que puedo decir es que están en mi mesilla de noche desde hace tantos años que ya ni me acuerdo si aquel que empezó a leer estos cuentos era yo o era otro...
"Chéjov introdujo en nuestra conciencia toda la enorme Rusia, todas las
clases, estamentos, edades… ¡Pero eso no es todo! Introdujo a esos
millones de personas como demócrata, ¿lo entiende? Habló como nadie
antes, ni siquiera Tolstói, había hablado: todos nosotros, antes que
nada, somos hombres, ¿comprende? Hombres, hombres, hombres. Habló en
Rusia como nadie lo había hecho antes. Dijo que lo principal era que los
hombres son hombres, sólo después son obispos, rusos, tenderos,
tártaros, obreros. ¿Lo comprende? Los hombres no son buenos o malos
según si son obreros u obispos, tártaros o ucranianos; los hombres son
iguales en tanto que hombres. Cincuenta años antes la gente, obcecada
por la estrechez de miras del Partido, consideraba que Chéjov era
portavoz de un fin de siècle. Pero Chéjov es el portador de la más
grande bandera que haya sido enarbolada en Rusia durante toda su
historia: la verdadera, buena democracia rusa. Nuestro humanismo ruso
siempre ha sido cruel, intolerante, sectario. Desde Avvakum a Lenin
nuestra concepción de la humanidad y la libertad ha sido siempre
partidista y fanática. Siempre ha sacrificado sin piedad al individuo en
aras de una idea abstracta de humanidad. Incluso Tolstói nos resulta
intolerable con su idea de no oponerse al mal mediante la violencia, su
punto de partida no es el hombre, sino Dios. Le interesa que triunfe la
idea que afirma la bondad, de hecho los «portadores de Dios» siempre se
han esforzado, por medio de la violencia, en introducir a Dios en el
hombre, y en Rusia, para conseguir este objetivo, no retrocederán ante
nada ni nadie; torturarán y matarán, si es preciso.
Chéjov dijo: dejemos a un lado a Dios y las así llamadas grandes ideas
progresistas; comencemos por el hombre, seamos buenos y atentos para con
el hombre sea éste lo que sea: obispo, campesino, magnate industrial,
prisionero de Sajalín, camarero de un restaurante; comencemos por amar,
respetar y compadecer al hombre; sin eso no funcionará nada. A eso se le
llama democracia, la democracia que todavía no ha visto la luz en el
pueblo ruso." (Vasili Grossman, Vida y destino, p. 356)